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Nos enriquecimos empobreciéndonos

Nos enriquecimos empobreciéndonos

 

 

 

Los “indicadores de pobreza”, calculados en función de los ingresos y el capital humano, físico o social que acumula una sociedad, miden en forma monetaria la calidad de vida, el bienestar, y la sensibilidad del consumo frente a los ciclos económicos. Dan luces igualmente frente a los constantes cambios en el mercado laboral y la respuesta final ante las políticas institucionales. Estos datos se constituyen en el termómetro relevante para concluir sobre la efectividad de la intervención estatal y privada en los diferentes modelos económicos.

En Colombia, los indicadores económicos, sociales y políticos de los últimos 10 años, como una paradoja permiten concluir que a pesar del aumento en el ritmo de crecimiento, desarrollo y consumo, se han acrecentado en forma paralela los niveles de pobreza, inequidad y desigualdad social, signada por una cabalgante informalidad.

Entre el 2003 y 2009, las cifras oficiales indican que el país creció anualmente en promedio al 4.9 por ciento del PIB, superando levemente en desempeño a Brasil, Chile y México, cuyos habitantes bajo el mismo período a la par del aumento inversionista, en un alto número aumentaron su calidad de vida y consiguieron importantes niveles de empleo decente. Las políticas nacionales por el contrario, no lograron impactar positivamente el bienestar social colectivo, ya que el dato de pobreza situado en el 46 por ciento y el nivel de indigencia estático desde el 2002 al borde de la significativa cifra de 18 por ciento, concluyen que hoy en día, uno de cada cinco colombianos padece física hambre al no tener ingresos suficientes para cubrir sus necesidades calóricas básicas.

Con relación al crecimiento económico esta década se vio jalonada por la concentración de la propiedad, el aumento de las exportaciones de materia prima, repunte de las importaciones,la apropiación en tecnología, el avance en servicios de comunicaciones, los altos precios internacionales del petróleo, el ingreso masivo de capitales y unas políticas asistencialistas donde se duplicó el gasto público social del 5,9 por ciento del PIB en 1990 al 13,4 por ciento en 2009. Estos hechos, al no ser efectivamente redistributivos consolidaron una sociedad mas desigual al ampliarse la brecha entre ricos y pobres. El coeficiente de Gini que permite comprender que tan justamente asignada está la propiedad privada, se ubicó en el año 2009 en el 0.875 para esta variable. Si el indicador tiende a cero significa que cada una de las personas de esa sociedad tiene acceso a los medios, y por el contrario si tiende a 1, indica que muy pocas personas tienen acceso a la propiedad.

En el caso del consumo, en cifras del Banco de la República, los indicadores disponibles han demostrado que el sostenido nivel se dio a un ritmo más rápido que el previsto, sobre todo en el caso de los bienes durables. En este grupo a la par del mantenido consumo de alimentos están productos como los automóviles, productos del hogar y componentes electrónicos, que hasta hace pocos meses registraban cifras record. El Emisor señaló a si mismo luego del recorte de medio punto porcentual aplicado en abril a las tasas de interés, que "los desembolsos de créditos para los hogares (consumo e hipotecarios) continúan con fuertes aumentos tanto en el margen como en términos anuales".

Las cifras sobre demanda interna colombiana, principal motor de nuestro desarrollo, con los datos reseñados resultan contradictorias cuando hoy tenemos una sociedad llena de ciudadanos y trabajadores pobres. Cálculos recientes de Asofondos lo confirman y muestran una realidad alarmante: en este país de la confianza inversionista y alto nivel de consumo, el 85% de los ocupados reciben menos de dos salarios mínimos, el 55% reciben menos de uno y un 25% menos de medio. Es decir, más de la mitad de la población que recibe un salario, percibe menos de $515.000 pesos mensuales, el salario mínimo vigente para el 2010.

Las cifras oficiales de pobreza e indigencia en Colombia dadas a conocer este año por la Misión para el empalme de las series de empleo, pobreza y desigualdad (Mesep), en la que participan el Dane, Planeación Nacional y expertos independientes, señalan como para este ultimo año los pobres en Colombia suman 19’899.144, en tanto que las personas que están sumidas en la pobreza extrema o indigencia suman 7’159.172. Así mismo, la variable de desigualdad, medida a través del Coeficiente de Gini, bajó levemente de 0,589 en 2008 a 0,578 en 2009 y el ingreso oficial per cápita de los hogares se redujo en un 2% al pasar de $570.258, en 2008 a $560.309 en 2009.

En las áreas urbanas con mayor número de pobreza y extrema o indigencia como Manizales, Bogotá Pasto, Pereira y Cali y ciudades con menor pobreza, como Bucaramanga que la redujo del 24,7% al 18,5% e Ibagué del 34,4% al 31,6%, una persona “indigente”, hoy subsiste acorde con la información institucional con no mas de $120.588 y un hogar de cuatro integrantes en la franja de los pobres con hasta $1’125.536, lidiando de paso con el lastre del país donde “el 20% de los niños en Colombia padece desnutrición”, “el 40% de los hogares viven en inseguridad alimentaria” y el hecho que de “cada 100 hogares colombianos, 15 no cuentan con una vivienda adecuada” o “ donde 7,3 millones de personas comen sólo una vez al día” como indica el informe, de autoría de la Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, después de tres años de investigaciones públicas.

En las zonas aisladas y rurales según el Dane, la pobreza entre los habitantes del campo está por encima del 65 por ciento, lejos del promedio nacional de 46 por ciento, y confluye con el problema en que viven 760.000 familias campesinas población desplazada, que entre 1998 y 2008, fueron forzadas a huir como garantía de supervivencia, dejando atrás, por abandono o por la fuerza, 5,5 millones de hectáreas de tierra. Si antes del éxodo la mitad de esas familias eran pobres y una tercera parte tenían ingresos de miseria, después, el 97 por ciento quedó en la pobreza y el 80 por ciento en la indigencia y a expensas de la misericordia estatal.

Con relación a la fuerza laboral, según el Dane, las últimas estadísticas, revelan que cerca de 500 mil colombianos y colombianas salieron de la pobreza extrema y a abril de 2010 se crearon 593.000 nuevos puestos de trabajo, para un total de 19.168.000 personas con ingresos directos. La calidad del empleo tiene la siguiente distribución: 9.1 millones de personas tienen un buen empleo; 10.1 laboran en algo parecido a un trabajo; 2,7 son desempleados; y 13,1 no están buscando empleo, pese a tener la edad para hacerlo. Los otros 9,5 millones son niños que se supone deben estar en la casa o el colegio.

La cifra de personas desempleadas rubricada en el 12.4 por ciento alcanza a un total de 2.668.000 colombianos, y creció en el ultimo mes de abril de 2010 al salir 600.000 personas que no estaban buscando trabajo a hacerlo. De estas personas, 297.000 no han conseguido o reemplazaron a otros en sus puestos dejándolos desempleados. En el mismo periodo se crearon 593.000 nuevas plazas de trabajo, de las cuales 520.000 son subempleos, y sólo 73.000 son empleos de buena calidad. Desde octubre de 2008 se han perdido 835.000 empleos de buena calidad, pero se han creado 1´583.000 nuevos subempleos.

Con las anteriores estadísticas Colombia tiene una de las tasas de desempleo más altas de América Latina, 12.4 %, mientras países como Argentina, Brasil, México, Chile y Perú registran niveles inferiores al 10%. La tasa de informalidad está entre las más altas de la región, al llegar al 52% en las 13 ciudades principales y 75% en las áreas rurales.
Con estos “indicadores de pobreza” y datos relevantes de la economía nacional, vale la pena preguntarnos ¿de donde, con que y qué tipo de demanda interna está jalonando la economía?, ¿Quién maneja y de donde proviene la liquidez que la promueve?, ¿Cuales son los verdaderos actores del ritmo de crecimiento y desarrollo del país?

La respuesta a estos interrogantes, están directamente relacionados con lo vivido en estos últimos años, cuando por la carencia de empleo digno y la profunda informalización del mercado laboral, como consecuencia de las políticas implementadas por el gobierno nacional, se ha precarizado el trabajo, base fundamental del fortalecimiento del mercado interno. Bajo dichas políticas y la lógica gubernamental, Colombia se ha convertido en un país de ciudadanos y trabajadores que en su afán de enriquecerse, se han empobrecido.

En lo estructural, estas distorsiones e incongruencia de la lógica económica y financiera, para resultados tan contradictorios, tienen que ver con los impuestos a la nómina o los denominados parafiscales, que encarecieron la contratación formal y dispararon la contratación informal; al nivel del salario mínimo incomprensible frente al salario medio real y al retorno de la productividad de la mano de obra que prefiere contratar a destajo; a los estímulos fiscales a la inversión, a la importación y a la creación de zonas francas uniempresariales, que promueven el uso del factor capital frente al trabajo.

Adicionalmente, al aumento del gasto público destinado a pagos de incentivos mas que a inversión; a las medidas para construir confianza inversionista consistentes en otorgarles exenciones y créditos no reembolsables a la empresa privada; a los subsidios, que desincentivan a la población a ser formal y legalmente productiva; al ejercito de “cuentas propias” que comercializan cachivaches, minutos y artículos piratas e inclusive a las escalofriantes cifras de corrupción estatal y irresponsabilidad empresarial privada.

Son los pobres subsidiados y los microempresarios minoristas las columnas de las estadísticas en Colombia; las cifras de exenciones las que contribuyeron al sostenimiento y crecimiento de los indicadores del país; son las transacciones en efectivo las que están dinamizando el consumo nacional de bienes propios e importados; es la informalidad organizada la que sostienen el desarrollo del país; son los pagos, incentivos y acuerdos provenientes del erario público los que mueven parte de la economía a costa del aumento en el déficit fiscal.

Es el micro negocio que originan la zonas francas los motores del ingreso personal; es el desarrollo de actividades informales las que garantizan los mínimos vitales de la mayoría del pueblo colombiano; es la inversión Estatal, las coimas a funcionarios públicos y la clandestinidad de las actividades del empresariado los contribuyentes por excelencia del desarrollo nacional.

 

 

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